**... hazme volar con una mirada... **

martes, 27 de julio de 2010

Capítulo 9: Gustos, amistades, rarezas y sentido del humor

*...Bill...*
- Ann, cuéntame de tu hermana, ¿cómo es?

- Bueno... – hizo un mohín, pero habló – Es muy... espontánea, supongo – y se rió – Le gusta que las cosas le salgan bien a la primera, pero no es de desanimarse, sino que lo sigue haciendo. No suele ruborizarse tanto como yo. Es de risa fácil y tiene miedos tontos, como a volar, a los bichos, o a cosas que no conoce. Le gustan las relaciones cortas, pero sólo porque vive enamorada, y hay que reconocer que le llueven los chicos – continuó – Es guapa – se encogió de hombros – Eso hay que reconocerlo. Y tiene carácter. A veces da risa cómo la tratan los chicos. Parece que hacen todo lo que diga siempre. Como si les llevara atados con una correa como perritos – se rió – Pero por suerte, aún quedan tíos con cerebro que se rebelan un poco. Eso le saca de quicio, claro, pero le encanta. No es que le guste – dice, sin embargo, negando - , pero a largo plazo le engancha – duda un poco, como si pensara que me está contando de más –

- ¿Qué le gusta?

- Le gusta mucho la música, toca la guitarra y lo hace muy bien. No recuerdo que nunca haya dejado de tocarla. Le ayuda a superar sus problemas y a expresarse.

- ¿Qué música escucha?

- Tokio Hotel, pero puede que su música no sea una determinada. La única banda que le entusiasma tanto es Tokio Hotel. El resto, ni le va ni le viene. La oye, y le gusta, peor no le toma especial interés al grupo, tan sólo a una canción.

- ¿Y tú?

- Me gusta más o menos la misma música que a ti y algún que otro grupo español. Quizá deberías quitar a Nena de la lista – sonríe – Porque aún no he escuchado nada suyo.

Me río. Está claro que debe saberse al dedillo qué música me gusta. Todavía me estoy riendo cuando dice:

- Bueno, en realidad me gusta de todo, pero es una especie de preferencia. Por supuesto, Tokio Hotel es el primero de la lista – asegura, haciéndome sonreír –

- Ya veo – comenté - ¿Y Janine y Karina?

- Janine es una chica muy alegre, amigable, que piensa más en los demás que en sí misma, y no le gusta hablar de ella

- ¿Por qué?

- Eso te lo tiene que decir ella, no yo. Es muy personal. Lo sé, lo sé – sonrió – Muchos secretos.



Me eché a reír. Era, sin duda, la chica más extraña que conocía. En un momento se ruborizaba y balbuceaba como una colegiala y luego se burlaba de mis propias frases. Ella simplemente siguió hablando.



- Pero ella es una chica muy abierta, no es que sea una tumba. Ya te lo dije antes, me parece, persona que conoce, persona que se hace amiga suya. Es muy popular, muy guapa, muy lista, muy buena deportista – enumeró con los dedos – muy todo – concluyó – Y muy buena música. Toca la batería increíblemente bien.

- ¿Estudia música?

- Salvo Karina, que toca porque quiere, todas vamos a clases en un conservatorio.

- ¿Qué tocáis?

- Janine, batería; Belén, guitarra; Karina, el bajo; y yo, guitarra y piano. Y canto porque quiero.

- Ah… Te lo tomas en serio, ¿Eh?

- ¡No, qué va! – se rió – Para mí no es ninguna obligación, de hecho mis padres no querían que fuera al conservatorio porque decían que me desconcentraría de los estudios, pero yo insistí tanto que al final me dejaron, a mí y a mí sí, claro.

- Ya veo, o sea, que te gusta mucho.

- Uy, yo no vivo sin música. Mis padres siempre me están tomando el pelo.

- Ajá – asentí, y por un momento me quedé sin nada que decir. Pero ella siguió hablando de sus amigas –

- Janine es una chica estupenda, ya la irás conociendo. Karina es la mayor y la más cerrada. No suele decir lo que piensa y, cuando dice algo sin pensar, suelen ser bobadas. Con todo, es una chica muy tranquila con la que se puede hablar de todo. Toca el bajo porque a Janine se le ocurrió la idea de formar un grupo y nos faltaba ese instrumento. Nos convenció a Belén y a mí y entre todas la obligamos a aprender a tocar el bajo. No le quedó otra que aceptar – se rió –

- Al final, ¿Conseguisteis formar el grupo? – pregunté –

- Ah, sí – se ruborizó, pero decidí obviarlo –

- ¿Y qué tal? ¿Bien?

- Sí, más o menos.

- ¿Habéis hecho alguna canción?

- Bueno, sí – aceptó a regañadientes – Tenemos unas cuantas, pero no son muy buenas. No me gusta la letra.

- ¿Quién la hizo?

- Yo – dijo con una mueca – Por eso no es buena. No se me da muy bien. Me dicen constantemente que se me da muy bien, que queda muy bien con mi voz, que son muy profundas, que a todas les encantan, pero…

- Entonces no son tan malas – apunté – Tal vez no las consideras tanto porque crees que lo puedes hacer mejor.

- No – negó – No puedo. Ya lo he intentado de millones de veces.

- En ese caso, están bien para ti – me encogí de hombros –

- Las hay mejores – volvió a negar con la cabeza –

- Pero no las has hecho tú.

- No, pero…

- Te tienes poca autoestima, ¿no? – interrumpí –

- ¿Yo? – levantó la vista y trabó su mirada en mis ojos. Yo alcé una ceja ante su mirada sorprendida – Bueno, en realidad tienes razón.

- Eh, yo… No me refería a que… - me trabé, intentando reparar mi falta. Era un poco… descortés, pensé, decir eso a alguien que acabas de conocer – Quiero decir que…

- Olvídalo – sonrió – Me gusta la gente sincera. Y, de todas formas, llevas mucha razón. Me gusto a mí misma, pero cuando hago cosas, siempre pienso que debería hacerlas mejor. Soy demasiado perfeccionista.

- Lo cual no siempre es bueno – añadí –

- No, lo sé, pero… - se encogió de hombros – Soy así.

- Claro – acepté –

- Bueno, yo estaba hablando de Karina – recapituló – Ella es, en cierto modo, una chica muy pasota. Pero también es muy responsable, cuando tiene que hacer algo, lo hace enseguida y bien.

- Ah… - no sabía muy bien qué decir ahora –

Ella me miró a los ojos un momento y luego sonrió, bajando la vista, pero yo me quedé observándola un poco más. Luego pregunté lo primero que pensé, que tampoco era ninguna tontería.

- ¿Tus ojos no eran más claros hace un minuto?

- Puede ser – se encogió de hombros – Cambian con la temperatura y con el agua. Si lloro, se hacen más claros. Si hace frío también se aclaran y si hace calor se oscurecen. Me parece que el verde es el color intermedio, un verde tirando a marrón.

- Ah, sí

- Debe ser porque he quitado el aire acondicionado.

Asentí con la cabeza y devolví la mirada a sus ojos, ahora verdes oscuros, amarronados, que me miraban fijamente. Cuando noté que iba a apartar la vista, le sujeté la barbilla con dos dedos.

- No, espera – pedí. Quería ver sus ojos un poco más –

- Bill… - hizo un puchero, pero no desvió la vista –

Se empezó a poner roja como un tomate, podía sentir cómo se calentaba su piel bajo mis dedos, pero no apartó la vista. Sus ojos se cerraron en un parpadeo y, al volverlos a abrir, descubrí que ahora eran aún más oscuros, de hecho, negros.

- Bill – me volvió a decir en un susurro ronco - ¿Me sueltas ya?

- ¡Ah! – se me escapó, y retiré mi mano de su barbilla, sintiendo que me ruborizaba yo también –

Hice una mueca cuando empezó a reírse, pero no dije nada, ya que me lo merecía. Cuando paró, dije:

- Tienes los ojos negros.

- Ya te he dicho que cambian con la temperatura.

- Ya, ya lo sé,

- ¿Nunca habías visto unos ojos que cambien de color?

- No, nunca – confesé. Ella sonrió – Soy bastante curioso

- No, si ya me doy cuenta – murmuró –

Me eché a reír y ella sonrió otra vez. Luego se miró las manos y se quedó callada.

- ¿En qué piensas?

- En... – aún tardó un poco en responder, pero lo hizo – No sé, en lo rápido que ha sido todo ¡Yo simplemente iba a un concierto! ¡Y ahora estoy hablando con Bill Kaulitz, como si nada!

- Oye, que sólo soy una persona más – sonreí. De inmediato me arrepentí, ya que el rubor que enseguida adornó sus mejillas la delataba –

- No, ya lo sé – susurró – Pero, es que... A ver, es que yo soy una fan entre muchas y podría seguir siéndolo, para ti podría ser “Ann” o podría ser “una fan” Pero para mí tú no podrías ser “un cantante más” Tengo fotos tuyas por toda la habitación. Si Tokio Hotel está ahí, yo estoy ahí, pero si yo estoy allá, Tokio Hotel no está allá, ¿entiendes? No es lo mismo.

- Ah – me quedé un poco cortado ante tal facilidad de expresión – Vale, rebobinemos, olvida lo que he dicho...

- Más te vale a ti no olvidar lo que te he dicho yo – me interrumpió, sonriendo con guasa –

- Hecho – tras un segundo, dije - ¿En qué piensas?

- Pienso en lo increíble que es todo esto – sonrió – Ha sido tan repentino que me cuesta asimilarlo.

- ¿Sí?

- Sí. Estoy muy emocionada.

- ¿Qué harías si alguien te dijera que es una mentira? No es que lo sea – me apresuré a añadir – Sólo es una curiosidad

- Me suicidaría – dijo muy seria. Compuse una mueca entre estupor y horror y se echó a reír - ¡Era broma! Bueno, me dicen todos que soy muy tranquila, pero no sé si mi paciencia y buen humor llegarían a tanto. Primero me desquitaría con esa persona y luego me deprimiría, y creo que muy seriamente.

- ¿Ah, sí?

- Ajá – y esta vez iba en serio. Temblé en silencio cuando un escalofrío me recorrió la espalda al ver la seriedad en sus ojos –

- Vaya... – murmuré –

- No te sientas mal. Es por mí, soy una persona que no lleva muy bien las decepciones. No sería la primera vez que me deprimo por cualquier cosa.

Alcé la mirada y enarqué una ceja. Ella se encogió de hombros.

- Cuando yo era chiquita, mis papás compraron un perrito muy chiquitín, monísimo, y mi hermana y yo estábamos encantadas ¿Sabes cuánto duró en casa? – Negué con la cabeza – Tres días. Lo que tardó mi madre en llenarse de granos y darse cuenta de que tenía alergia grave a los perros. No he vuelto a tener uno – hizo un gesto apenado – Y, en serio, me encantan.

- Oh, vaya, lo siento. Pero no veo la relación con...

- Ah, sí, ¿sabes qué me pasó a mí cuando devolvieron el perro? Me deprimí y me pasé una semana llorando, casi no comía ni bebía, me despertaba llorando de pesadillas horribles, adelgacé seis kilos y me dio fiebre alta durante cuatro días.

Me llevé ambas manos a la boca y abrí mucho los ojos.

- Otra broma, ¿no? – articulé –

- No, qué va – sonrió – Ya me gustaría. Pero no te preocupes, ya casi no me pasa, sé controlarme mejor. Esto fue cuando yo era pequeña, me encariñaba demasiado con las cosas.

- Ah...

- No importa, déjalo.

- ¿No te ha vuelto a pasar?

- Bueno, en alguna ocasión, pero...

- Cuéntame alguna – pedí. La chica era extraña, no parecía querer decir nada, pero quería saber más acerca de ella –

- Bueno, hace tres o cuatro años me robaron un MP3 y lo pasé bastante mal. Estuve sin comer apenas y beber lo justo, durmiendo mal, durante una semana. Lloré dos días. No enfermé ni adelgacé tanto, uno o dos kilos, creo, pero no dormía bien porque tenía pesadillas...

- ¿Cómo cuáles?

- En algunas me quedaba sorda y no oía nada, o desaparecía toda mi música, o me quedaba muda... En algunas otras aparecías tú, creo – se ruborizó intensamente, pero no dije nada – Y te quedabas mudo y no podías cantar, o estabas cantando pero yo no podía oírte. Todas eran muy vívidas. Así durante un mes. Comía, bebía y todo eso, pero dormía fatal. No recuerdo otra ocasión, ahora sólo hay... – dudó – Tres cosas, no, cuatro, que me harían deprimirme.

- ¿Cuáles? – pregunté –

- Bueno, mi hermana, mi familia en general – empezó – Mis amigas, la música... Bueno, Tokio Hotel, si lo prefieres, porque la demás música puedo pasar sin ella, creo... Y la cuarta... – bajó mucho la voz – Es secreta.

- Qué raro – murmuré. Ella sonrió – Chica, menuda sensibilidad –

- Bah, no te preocupes – insistió – Ahora sé controlarme mejor. No daré problemas – prometió, guiñándome un ojo –

No me quedó otra que echarme a reír de nuevo –

- No te preocupes – dijo – Como salió el tema te lo conté, pero hace mucho que no me pasa y, de todas formas, soy muy consciente de que estoy despierta. Y con todas las veces que me has dicho que no es broma...

- No, en serio, no es broma – repetí –

- Ya lo sé... – repitió – Vuelve a decirlo y dejaré de creérmelo.

- Entonces mejor me callo, ¿no?

- No es mala idea – sonrió, pícara y yo entrecerré los ojos e hice una mueca – Dah, era broma. No tienes sentido del humor.

- No es cierto – protesté –

- Bueno, entonces, ilumíname – sonrió –

- ¿Qué?

- A ver, cuéntame un chiste – me retó. Entrecerré los ojos –

- No – negué rotundamente – No me sé ninguno. No se me da bien contar chistes.

- ¿Ves cómo no tienes sentido del humor?

- No es cierto. Tan sólo tengo un sentido del humor un poco diferente del tuyo – Volví a protestar. Era divertido llevarle la contraria - ¿Por qué no me cuentas tú un chiste?

- Pues... Déjame que piense uno – se reclinó hacia atrás en el asiento y se llevó una mano a la barbilla –

Mientras ella pensaba, yo me eché también hacia atrás y me dediqué a observarla. Su cabello estaba recogido en una trenza pegada a la cabeza y la trenza le caía sobre un hombro. Quise tocarla y averiguar si su cabello era tan suave y sedoso como parecía y no pude controlarme a tiempo. Rocé su cabello con la yema de los dedos y ella me miró, sorprendida.

- Suéltate el pelo – pedí – Es muy bonito.

- Ah, gracias – se ruborizó intensamente pero ya no le di importancia, le ocurría a menudo – pero creo que prefiero tenerlo sujeto, sino se rizará entero y no habrá quien lo controle. Es un poco rebelde.

- Por favor – pedí de nuevo –

- No, Bill, en otro momento – dijo, aún más roja –

- No se me va a olvidar – prometí –

- No lo dudo.

Rozó mi mano para apartarla de su cabello y me sobresalté. Aparté la mano con demasiada rapidez.

- l-lo siento – dije enseguida, sin comprender para nada lo que me ocurría – Me has sorprendido. Perdona.

Volví a dejar mi mano bajo la suya. Ella me miró boquiabierta durante un segundo y luego bajó la mirada a nuestras manos, pero no la apartó y movió los dedos para entrelazarlos con las míos. Cuando volvió a mirarme, se rió levemente y supe que debía estar rojo. No me importó, pero volví a desviar la mirada a nuestras manos. Sentía su piel, suave, tersa, fresca, entre mis dedos, que de pronto parecían quemar.

- Vale – susurró – Yo te iba a contar un chiste. Perdona, igual me trabo. Es que tengo que traducirlos, sólo sé chistes en español y...

- Olvídalo, estará bien ¿Te sería más fácil en inglés? – dije, intentado distraerme. Ella aún no me soltaba –

- No, mejor en alemán. Me es más fácil. Mi padres me empezaron a mandar a clases cuando yo tenía cinco años, y cuando conocí a Tokio Hotel se lo agradecí mucho, la verdad – sonrió –

- Tus padres te mandaron a muchas clases, ¿no?

- Ajá. Pero muchas cosas las pedía como caprichos y luego me enganchaba.

- ¿Sabes que eres un poco extraña? Haces de todo, te pasa de todo...

- Oye, mira quién habla. Además, tú me has preguntado, tal vez podrías contarme tú tu vida – se picó –

- Bueno, vale, tranquila, ¿sí? Lo siento – sonreí –

- Mpf... ¿Quieres oír el chiste o no? – bufó, pero sonrió levemente –

- Sí, de acuerdo.

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Hola!
Lo prometido es deuda, aquí está otro capi fresco, recién sacado de la nevera  xD
Espero que lo hayan disfrutado, dejen un comentario plizz, que no les cuesta nada, que ya, si quieren me pongo de rodillas, aunque no me vean, les prometo que estoy de rodillas... Aunque sea un "Está bonito/feo" o algo así, ¿ok? =D
De todas formas, no hablo por iLee, que siempre que se pasa me cuenta su opinión  ;D
Beziitos Humanoidez
aNneLysSe

1 comentario:

  1. Orales, nunca había escuchado o leído algo acerca de a alguien que le cambiaran de color los ojos.

    Creo saber cuál es la cuarta (ya sabes, la secreta) razón por la que se deprimiría Ann, no comenzará la palabra con “B” y terminará con “L” ¿será o me equivoco? ;D

    "- A ver, cuéntame un chiste – me retó. Entrecerré los ojos –" jajaja esa estuvo buena.
    ¿Por qué será que cuando alguien te pide que le cuentes un chiste aunque te sepas alguno en ese preciso instante no te acuerdas? Es algo curioso, qué creo a la mayoría de las personas le pasa.

    Yo también quiero escuchar el chiste de Ann, lo estaré esperando eh! XD!

    Y exijo el de Bill, es que ya agarré confianza xD

    Y ya sabes linda, yo aquí cuando no tengo nada que hacer (¿será siempre? xD) me paseo por aquí y te dejo mis testamentos xD.

    Que la pases bonito ;)

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