**... hazme volar con una mirada... **

viernes, 19 de noviembre de 2010

Capítulo 15 : Besos gemelos

[...Salió cerrando la puerta tras de sí. Me volví a centrar en mi maleta, aunque la mirada pícara que me había dirigido no se me iba de la cabeza....]




*...Tom...*



Ellas entraron a sus cuartos, y nosotros íbamos a hacer lo mismo, pero Bill dijo:
 - ¿Alguien les avisó de que no íbamos a volver luego?
 - Nop... – contesté –
 - ¿Quién va? – preguntó –
 - Ya voy yo – se ofreció Gustav –
 - Bueno... Yo quiero hablar con Belén – dije – Yo se lo digo a ella, ¿vale?
 - Bien
 - Yo me voy, luego os enfadáis conmigo – dijo Bill –
 - Oye, Bill, a ti te gusta Ann – afirmó Gustav de pronto –
 - ¿Qué? ¿Tú de qué vas? – rió nerviosamente. Nuestra molesta conexión imploraba mi ayuda –
 - Gustav – suspiré – La acaba de conocer
 - Decid lo que queráis – se encogió de hombros – pero yo sé que es cierto.
 - Bueno, y a ti te gusta Janine
 - ¿Sabéis qué? – sonrió – Gustarme, no sé, pero es maravillosa. Me cae genial.
 - Vosotros acabáis juntos sí o sí – afirmó Bill –
 - ¿Y tú, Georg? – me reí - ¿Te pones las pilas ya?
 - Jaja, si yo os contara... Pero mejor dejemos que Bill se arregle
 - Buena idea – asentí –

Ellos entraron a sus cuartos. Gustav iba a llamar a la puerta de Ann, pero yo le interrumpí

 - Déjame entrar a mí primero. No quiero darles qué pensar
 - Mira quién habla – yo sonreí, avergonzado – Oye, ¿qué te pasó ayer con Belén?
 - Hubo un... malentendido
 - Arréglalo – pidió –
 - Descuida, a eso voy – aseguré –
 - Por cierto, Tom – sonrió – Tu hermano está enamorado
 - ¿Tú crees?
 - Sí. Y a ti te pasa algo raro
 - Yo no estoy enamorado – protesté –
 - Sólo he dicho que te pasa algo raro – repitió –
 - Bueno, vale
Llamé a la puerta de Belén
 - Belén, soy Tom – ella me abrió –
 - Dime
 - ¿Puedo pasar?
 - Claro

Entré a la habitación y cerré la puerta tras de mí

 - Bueno, lo principal era decirte que luego no vamos a volver, así que si ibas a llevarte algo o vestirte de otra forma, o algo así, hazlo ahora, ¿vale?
 - Bien – sonrió –
 - Pero quería hablar contigo de lo de ayer – ella se limitó a mirarme – Lo siento – ella alzó una ceja – Me porté como un egocéntrico, estúpido, inmaduro e indecente. No quería molestarte

Se echó a reír con ganas, pero intenté mantener el gesto serio

 - Olvídalo, Kaulitz, lo de ayer ya pasó. Te lo perdono, pero quería que supieras mi posición al respecto. Yo no soy tan fácil
 - Sí, eso me quedó claro – sonreí. Me acerqué a la puerta. –
 - Bueno, si sólo era eso...
 - Ajá – se acercó y se apoyó al lado de la puerta. Yo puse la mano en el pomo, pero con la otra le ladeé el rostro hacia mí – Ya se lo dije a tu hermana, creo, si quieres besarme, dilo y ya está – ella se rió –
 - ¿Por qué debería? Si quiero besarte lo hago y ya está

Parpadeé, sorprendido. No tenía respuesta para eso. Ella me sorprendió de nuevo, acercándose hasta besarme con fuerza. Respondí al beso, naturalmente, pero no comprendí por qué lo hacía. La chica besaba bien, eso había que reconocerlo. Pasó sus brazos por mi cuello, enredando sus dedos en mis trenzas. Dubitativo, dejé que mis manos descendieran por su cintura. Nada más rozar la cinturilla de su pantalón, ella se separó de mí y, en un movimiento rápido, me abofeteó

 - ¡Eh! – me quejé, llevándome una mano a la mejilla. Ella sonrió con autosuficiencia - ¡No es justo! ¿Por qué tú sí y yo no?
 - Porque yo soy una chica y tú no ¿O sí?
 - No, pero, ¿qué tiene que ver eso?
 - Anda, sé un caballero y déjalo estar – rió –

Abrí la boca para responder, pero no llegué a hablar. Abrí la puerta, ya fuera, advertí:

- Esta te la guardo

Ella se limitó a reírse y cerró la puerta. Yo meneé la cabeza y me dirigí a mi cuarto


                                                  ***



*...Ann...*



Me senté en una silla en cuanto acabé de vestirme. No me pasaba nada, en realidad. El problema era que no estaba de humor para maquillarme. Ni de humor para nada. Estaba ligeramente asustada. Aún no sabíamos exactamente dónde íbamos a estar, pero lo que sí estaba claro era que debíamos tener cuidado con “la gran masa”, como la había llamado David. Suspiré y tomé un lápiz de ojos negro, dispuesta a darme prisa, cuando noté que había alguien detrás de mí. Me giré rápidamente, pero me relajé al ver que sólo era Bill.
 - Tranquila. Estás un poco nerviosa hoy, ¿no? ¿No crees que deberías dejar los nervios para nosotros?
Me reí, era inevitable no reírse con Bill haciendo bromas.
 - Me acabas de dar un susto de muerte, genio.
 - Ah, claro. Eso lo explica todo.
 - ¿Cuánto llevas ahí?
 - Acabo de llegar. He llamado, pero no contestabas e intenté entrar. La puerta estaba abierta y quería ver si todo estaba bien.

Le miré a los ojos. Él ya estaba perfectamente peinado, perfectamente vestido, perfectamente maquillado y se veía jodidamente perfecto. Suspiré y volví a girarme, con el lápiz en la mano, cuando se me ocurrió una idea.
 - Bill... – llamé, poniendo voz de niña buena –
 - ¿Qué pasa, Ann? – preguntó, poniendo los ojos en blanco –
 - ¿Me enseñas a maquillarme así? ¿Cómo tú? Por favor...
 - De acuerdo...

Se acercó y me pidió que me girase. Luego me quitó el lápiz y empezó a trabajar. Apenas podía sentir lo que hacía, peor podía notar su mano agarrando mis párpados, rozando mi pómulo, girando mi cara... Era un tacto suave, cálido, y era real. Me sentí la chica más afortunada del mundo. Sonreí sin pensar.
 - ¿Qué es tan gracioso? – preguntó –
 - Nada.
 - No, dime.
 - Sólo... Soy feliz.
 - ¿Por qué?
 - ¿Qué es esto, un interrogatorio?
 - Ann...
 - Es que... – otra sonrisita boba se me escapó - ¡Es que no me lo creo! ¡Bill Kaulitz me está maquillando!  - ¡Estoy hablando con él!
 - ¿Por qué no te lo crees? – dijo entre risas. Sentí que su mano temblaba y la retiraba. Tiró de mi párpado y giró mi rostro para verlo mejor –
 - Parece un sueño – murmuré –
 - Si me das dos minutos más, te dejo abrir los ojos para que veas lo despierta que estás – bromeó mientras empezaba a maquillarme el otro ojo –
 - Tú sigue. No pasa nada.
 - ¿No quieres abrir los ojos?
 - No... no me quiero despertar... – susurré con una sonrisa. Sentí sus manos paralizarse un segundo y luego retomar su tarea –

No seguimos hablando. Dos minutos más tarde, como había dicho, me soltó y empezó a hablar, pero unos fuertes y rápidos golpes en la puerta me hicieron saltar, asustada. Sin querer, choqué mis labios con los de Bill. El tiempo y el espacio desaparecieron. Oí a lo lejos que mi hermana me decía algo pero no la entendí ¡Estaba besando a Bill! No me moví, no quería dar un paso en falso. Él se apartó lentamente, ruborizado. Supe que yo también debía estar como un tomate cuando se echó a reí. Compuse una mueca.
 - No tiene tanta gracia. Nos hemos chocado. Lo siento.
 - No pasa nada – rió - ¿Qué fue eso? Sí que estás nerviosa hoy, ¿eh?
 - No te rías – dije, empezaba a tener ganas de llorar y él pareció darse cuenta por mi tono –
 - Vale, Ann, tranquila, ¿sí? No va a pasar nada ¿Es por lo que dijo David? ¡Si es un exagerado! Mira que, si lloras, se te correrá el maquillaje.

Con eso consiguió que me echara a reír en lugar de llorar.

 - Vaya cambios de humor... – comentó –
 - Eres lo peor – dije, abrazándole en un impulso – Gracias.
 - De nada – me abrazó en silencio, no hizo ademán de soltarme – Ann, ¿te preocupa algo?
 - ¿Eh? No... No, nada.
 - Okay. No te preocupes por lo que dijo David, ¿vale?
 - Es que no quiero causar problemas.
 - Shh... Calla.

Se acercó a mi oído y empezó a cantar. Era una melodía suave que reconocí al instante: “Zoom into me”

 - I know you’re scared... When you can’t breathe... I will be there, zoom into me...

No sabía si llorar o reír. Bill era tan... Bill. Dejó de cantar y me miró.

 - No quiero que estés asustada por tonterías. Disfrútalo todo. Piensa en otra cosa.
 - Gracias, Bill.
Sonreí con más ganas. Me sentía mucho mejor ahora. Le volví a abrazar. Por un segundo, cruzó por mi mente el recuerdo reciente del “casi beso” que acabábamos de compartir y me ruboricé.
 - Bill... Por lo de antes... Lo siento, en serio. No era mi intención.
 - No, claro que no... – ironizó – Vamos – me interrumpió antes de que protestara - , o empezarán a preocuparse. Tu hermana dijo que te quería decir algo importante, ¿recuerdas?
 - Sí, claro – mentí. Él puso los ojos en blanco -
 - No, ya veo que no ¡Venga ya! ¡Sólo somos personas! ¿Por qué le dais todas tanta importancia?
 - No lo entenderías – solté secamente. Odiaba que me recordaran mis debilidades –
 - Ah, pues inténtalo. Puedo ser un chico rico y mimado rodeado de comodidades, pero no soy nada tonto, ¿sabes? – me guiñó un ojo – Dime.
 - Es sólo que... Cuando eres fan de un grupo y eso... Es imposible no... ¡Vamos, es obvio! – me desesperaba que pusiera cara de no estar entendiendo nada – cuando te gusta mucho algo... Te obsesiona, capta todos tus sentidos, ¿sabes lo que te digo?
 - Creo que sí – dije lentamente –
 - De acuerdo.

Iba a girarme para verme en el espejo, pero él tomó mi cara entre sus manos y me preguntó, con voz suave, ruborizado:
 - Ann, ¿puedo hacer una cosa?
 - Por supuesto – contesté automáticamente. Sonrió –

Gracias.Y entonces me besó. Se inclinó hasta tocar sus labios con los míos dulcemente, sin prisas. Mis ojos se cerraron automáticamente, pero no me lo podía creer. Alcé ambas manos para rozar su cabello, para cerciorarme de que estaba allí de verdad, y noté que él deslizaba una mano por mi mejilla hasta dejarla en mi nuca. A alguna minúscula parte de mi mente se le ocurrió preguntar “¿Y por qué te está besando ahora?”, pero me limité a devolverle el beso, intentando no demostrar mi impaciencia. La primera cosa estúpida que se me ocurrió fue que le faltaba práctica. La segundo, que yo podía arreglarlo. No me permití seguir pensando en eso ¡Ahora sí que estaba besando a Bill Kaulitz! Sentía su sabor en los labios, un sabor dulce, íntimo, que me recordaba... Me recordaba... No lo sabía, me recordaba a algo, pero no sabía a qué. Me volvió a besar, un poco más fuerte, y dejé escapar un corto suspiro. Sus brazos rodearon mi cintura. Entreabrí los labios un poco, buscando aspirar su aliento, inspirar su olor, cualquier cosa que me permitiera saber que era él, sentirle más cerca. Gimió suavemente. Entonces, perdió el equilibrio. Él estaba inclinado hacia mí, ya que yo estaba sentada y él me había estado maquillando. Rápidamente, me agarró más fuerte de la cintura y se separó de mí. Su rodilla izquierda estaba al lado de mi pierna, se había apoyado en la silla para no caerse literalmente sobre mí. Parecía que iba a sentarse en mi regazo. Si estaba ruborizado, ahora tenía los siete litros de sangre de cualquier persona en el rostro. Se levantó rápidamente. Yo también estaba completamente colorada.


 - Eh... ¿Lo siento? – intentó –
 - ¿P-por qué? – tartamudeé. Mi voz sonaba asustada. Me sentía vulnerable –
 - N-no sé... Yo... Yo sólo quería... L-lo siento, me he dejado llevar... – no hilaba bien las frases. Tenía cara de pánico – Lo siento.
 - No te preocupes... – murmuré –
 - Yo sólo iba a darte un beso rápidamente y punto. Para no dejar las cosas sin terminar – sonrió tímidamente – no pensaba eh... bueno, quiero decir, yo no iba a...
 - Olvídalo – comenté, un poco más tranquila – Le puede pasar a cualquiera. Aunque – intenté sonar tranquila – no me lo esperaba de ti.

El poco rubor que había desaparecido, volvió a encender sus mejillas.

 - Lo siento – repitió. Parecía nervioso – Oye, ya sé que la culpa es mía, pero... no se lo digas a los chicos, por favor.
 - No iba a hacerlo – fingí ofenderme y él sonrió – Eso es algo que harás tú si te apetece.
 - Yo no pienso decir nada.
 - Entonces, queda entre nosotros.
 - Ajá.
 - Okay.
Le tendí una mano y él la estrechó con cierto alivio. Se llevó una mano a la cabeza y se tocó el pelo con nerviosismo. Seguía completamente ruborizado. Me giré para mirarme al espejo. Yo ya no estaba colorada, más bien volvía a mi tono natural de piel. Mis ojos se veían irreconocibles, perfectos, como nunca los había visto. Me llevé las manos a los labios, sorprendida y abrí mucho los ojos. Ahora, así maquillada, me daba cuenta de que me parecía mucho a Bill. Excepto el tono de piel, nuestros rasgos eran muy similares, ya que ahora mis ojos eran del mismo color que los suyos. Cuando me puse de pie, incluso nuestras ropas se parecían. Yo llevaba vaqueros ajustados y él unos vaqueros caídos y algo deshilachados. Yo llevaba botas de tacón negras y él también llevaba botas negras, aunque con menos taco. Los dos llevábamos una camiseta negra con distintos dibujos, pero ambos en tonos blancos y rojos. Me miré y luego le miré a él.
 - ¿Qué? – preguntó –
 - Vamos a juego – dije –
 - Ah, es cierto – sonrió – Y ahora encima me copias el maquillaje...
 - ¿Yo? Oye, yo no soy la única que te copia, ¿eh?
 - Tienes razón, sois todas un poco copionas.
 - Vaya, hombre, qué cariño nos tienes a las fans.

Se echó a reír y me dirigió una mirada de reproche divertida. Yo sonreí inocentemente

 - Tu hermana te está esperando.
 - Ya voy, ya voy... ¡Wow, Bill! Me tienes que enseñar a maquillarme así.
 - Claro, pero no ahora.
 - No, claro.

Sonreí y me giré de nuevo para coger un peine y desenredarme el pelo. Menos mal que me lo había alisado antes. Mientras lo hacía, noté un cosquilleo en los labios e hice un esfuerzo por no sonreír. Quería ver la cara de mis amigas cuando se lo contara. En cuanto acabé, me levanté y guardé mis cosas. Bill abrió la puerta con una sonrisa maliciosa. Me despedí con la mano y entré al cuarto de mi hermana. Estaba con las chicas, y empezaron a contarme algo. Me limité a asentir con la cabeza todo el rato.

 - ¿Me has oído? – gritó entonces mi hermana. Salté en mi sitio y me ruboricé. Negué con la cabeza –
 - Lo siento, os tengo que contar algo im-por-tan-tí-si-mo – dije, emocionadísima –
 - ¡Yo primero! – chilló - ¡He besado a Tom!
 - Me llevé las manos a la cabeza y sonreí, abriendo mucho los ojos. Me eché a reír.
 - ¡Y yo a Bill! – imité su tono. Ellas abrieron mucho los ojos y yo empecé a contarles todo –

******************************************************************************

Hola!
Aquí me tienen de nuevo
Espero que les gustara el capi, la verdad, aquí hago de nuevo una pequeña referencia en cuanto a las barreras de tiempo, recuerdan que les comenté que iba a haber cosas que se sadrían de lo lógico??
Bien, pues me refería, mas que a otra cosa, a la relación entre los personajes, porque aparte que nunca se me dio bien alargar las cosas entre personajes que tienen que acabar juntos sí o sí, pues me pareció que tampoco tenía caso alargarse más cuando lo interesante llega cuando ya estan todas las parejas establecidas
=D
Bueno, pues espero que entendieran, un saludo
AnnyK


PD: definitivamente, te vuelve a tocar publicar, querida ;P

Capítulo 14 : Natalie Franz

[... Bajamos, y nos encontramos con... mi peor pesadilla personificada...]


*...Janine...*



Nada más bajar del bus, nos encontramos a un montón de fans enloquecidas, que eran contenidas por la policía. Cinco guardias de seguridad esperaban un poco más allá y una chica rubia nos sonreís. Más bien, les sonreía a ellos.

 - Hoola, Bill, Tom, Georg, Gustav... – soltó, con un tono melosos que me hizo querer toser –
 - Hola, Natalie – sonrió Bill – Qué, ¿buscas polémica? No quiero problemas.
 - Bah, qué aburrido eres – murmuró, aunque sonrió – No te preocupes, no necesito tu ayuda para causar revuelo. Yo sola me basto, tú bien lo sabes.
 - Si te refieres a poner a todas las fans en tu contra, es cierto que te las arreglas muy bien – se burló –
 - Ja, ja, ja, qué gracioso – se enfurruñó ella. Enseguida retomó su sonrisa “yo-soy-perfecta-no-te-atrevas-a-mirarme” Entonces nos vio – Oh, ¿Y quiénes son ellas?
 - Ellas son las chicas que te dijimos que vendrían – dijo Tom, con cara de repetir algo por enésima vez –
 - Ah... ¿Cómo se llaman?
 - Hola, soy Annelysse – se adelantó ella, con tono ácido –
 - Su hermana, Belén.
 - Soy Karina – saludó –
 - Janine – moví la cabeza en su dirección. Ella se quedó en blanco un momento, como si no pensara que pudiéramos hablar –
 - Ah, encantada – murmuró – Soy...
 - Natalie Franz – dijimos a la vez –
 - ¿Me conocéis?
 - Dime una fan que no te conozca – dijo Ann. Yo reí por lo bajo –
 - ¿Ves, Bill? Todas me conocen.
 - Bla, bla, bla – se mofó él – No te atreves a salir ahí tú sola.
 - Sí que me atrevo, pero creo que deberíais ir moviéndoos, porque os están esperando – sonrió más –
 - Claro, Nattie, miedosa – rió Tom – Ya vamos.
 - ¿Y ellas?
 - Hum... ¿No te dijo David...? – empezó Gustav –
 - Las llevaré con él, a ver qué dice – ofreció –
 - Vale. Nos vemos, chicas – se despidió Bill. SE acercó a darnos un beso en la mejilla. Luego abrió la boca para decir algo, pero Natalie se adelantó –
 - Oye, y yo, qué, ¿estoy pintada en la pared?
 - Ay, Nat, ojalá te callaras de vez en cuando – deseó mientras le daba un beso y se alejaba rápidamente – Buena suerte – nos deseó –
 - Qué malo eres, Bill – dijo ella con un puchero –
 - No voy a responder a eso.
 - Bah, aguafiestas...
Ellos se fueron rápidamente y ella nos dijo:

 - Venid conmigo. Cubriros con algo, si podéis.

Repetimos la misma operación que en el aeropuerto. Ella nos llevó hasta la parte de atrás del hotel sin demora y (¡Gracias a Dios!) en silencio. Era bastante engreída y un poco repelente.

 - Ah, por fin, Natalie. Pensaba que no llegarías nunca.
 - Aún no me ha matado nadie.
 - Compórtate, ¿quieres? – se molestó David – No des problemas.
 - Sí, señor – respondió de forma mecánica y con tono aburrido –No tengo todo el día. Llévatelas a su habitación y quédate con ellas, luego veremos si te quedas, te vas o qué haces.
 - Sí, señor – volvió a decir –
 - Y no seas cansina. Tomad las llaves – nos dijo, dándonos unas tarjetas de hotel, para abrir las puertas. Las cogimos en silencio –
 - ¿Algo más?
 - No, iros, iros ¿Tienes prisa?
 - No, qué va. Tengo todo el día – dijo, monótona –
 - Bueno, pues andando. No os preocupéis, chicas – nos quiñó un ojo – Es desagradable, pero al menos no es mala.
 - La que puede preocuparse soy yo – fingió estremecerse –
 - No te van a hacer nada, no seas loca
 - Ya, ya...
 - ¡Venga! No puedo quedarme más tiempo
 - Sí, señor...
 - No sé por qué no la despido... – rezongó mientras se iba –
 - Yo sí lo sé, David – rió ella –
 - Yo creo que ya no te oye – apuntó Ann, con un toque de ironía. Le iba a hacer la vida imposible, y todas lo sabíamos, pero no interferimos. Nos caía muy mal –
 - Ya ¿Queréis saberlo vosotras? – sonrió mientras entrábamos y esperábamos el ascensor –
 - No, supongo que sus razones tendrá – contestó Ann, en tono inocente – Aunque, si te hace ilusión...
 - No me despide, básicamente, porque Bill le pidió que no lo hiciera. Aunque no lo entiendo, porque él sabe maquillarse solo.

No dijo nada más, y nosotras tampoco. Ann estaba roja, pero de ira, y Belén agarró su mano derecha para calmarla. Karina le puso una mano en el hombro y yo la cogí del codo izquierdo.

 - Me apuesto algo a que miente – murmuró en español –
 - Pregúntale a él – sugerí – Ya que os lleváis tan bien...
 - Muy graciosa – murmuró con sarcasmo, ruborizándose más –

Reímos por lo bajo y seguimos a Natalie por un pasillo. Pronto llegamos frente a la puerta número 315. Ann dijo:

 - Esta es la mía.
 - Bien, entra – dijo Natalie – Las demás tenéis números consecutivos a este.
316, Belén; 317, yo; 318, Karina. Sonreímos al oír el picaporte de Ann y el de Belén abrirse a la vez. Ellas hicieron una mueca de disgusto, pero entraron a sus respectivos cuartos. De reojo pude ver cómo Natalie entraba detrás de Ann. Crucé los dedos mientras entraba a la mía para que no pasara nada. A Ann le caía mal sólo de verla en fotos como para soportarla en la realidad. Miré a mi alrededor. Mi cuarto era amplio, bien iluminado, con un gran ventanal cubierto por cortinas claras. La cama era de dos plazas, de sábanas blancas. Había un baño cubierto de espejos, con una ducha grande de mamparas de cristal tintado de rojo. Toda la sala del baño tenía el piso decorado en tonos naranjas y amarillos y la habitación, en tonos verdes y amarillos. Lo admiré en silencio durante unos minutos. Luego, dejé mis cosas y me acerqué al cuarto de Karina
 - Hola – me recibió con una sonrisa – Mira, pasa, a ver si es como el tuyo.

Entré y resultó ser igual. Nos fuimos con Belén, pero ella resultó estar con Ann.
Llamamos, pero no esperamos que nos abrieran. Entramos con una sonrisa, intentando que Ann supiera que tenía nuestro apoyo. La observé con atención. Empezaba a ponerse pálida y sus ojos destilaban odio. Natalie sonreía con satisfacción. Belén lucía preocupada.


 - ¿Qué tal, chicas? ¿Cómo son vuestras habitaciones? – nos saludó con fingida simpatía –
 - Bien. Son todas iguales – contesté secamente –
 - Ah, mira tú.

No se calló, empezó a hablar de cualquier cosa banal que se le ocurriera. Empezábamos a tener ganas de estrangularla, pero, por suerte, llamaron a la puerta. Eran los chicos.

 - ¡Hola! – saludó Tom. Miró a Ann con el ceño fruncido – Enana, estás pálida, ¿te sientes bien?
 - ¡No me llames así! – siseó Ann –
 - Vale, vale, qué genio – se rió Tom – Ahora en serio, ¿te sientes bien?
 - Creo que voy a vomitar – murmuró, mirando a Natalie con disimulo –
 - ¿Eh? – Bill miró a Natalie y se echó a reír - ¡Comprobado, Nat, eres insoportable! ¿Qué les habrás contado? – negó con la cabeza y sonrió - ¡Anda, vete!
 - ¿Yo, por qué yo?
 - Hazme ese favor y vete – dijo, ahora más serio –

Ella refunfuñó algo, y dijo:

 - David me dijo que me quedara con ellas.

 - Ve y dile que nosotros que hemos quitado el puesto – dijo Georg en tono seco – Seguro que nos harás un favor a todos.

Ella puso mala cara, pero se marchó.

 - ¿Os ha dado mucho la lata? – preguntó Gustav –
 - Bueno – musitó Ann –
 - No le hagas caso – dijo Bill, mirándola a los ojos – Dice más mentiras que verdades – ella se ruborizó y él  - sonrió –
 - No sé cómo la aguantas, Bill – comentó Georg – Es insoportable.
 - Bah, en el fondo es maja
 - Sólo contigo – apuntó Tom –
 - ¿Tú crees?
 - Es horrible, no hay quien la aguante dos segundos seguidos, Bill – dejo Georg – No sé por qué interviniste por ella
 - Muy fácil, daría problemas – se encogió de hombros – Al menos así la tenemos un poco contenta.
 - Sólo espero que no se ponga celosa – dijo Tom, insinuante, mirándonos de reojo. Bill se ruborizó –
 - Eso... Bueno, ya... ya veremos – tartamudeó – No tiene por qué
 - Aún – apuntó Gustav, con ironía – Sólo espera
 - ¿A qué? – preguntó Georg –
 - Bill sabe de qué le hablo, ¿cierto?
 - Supongo

 - ¡Eh, yo quiero enterarme!
 - Ya lo sabrás – dijo él, con una risita –

Nadie lo comentó, y seguimos hablando entre todos. Las horas volaron, pero de pronto, Tom dijo:

 - ¿Alguien tiene hora?
 - ¿En Portugal es lo mismo que España?
 - Eso creo... :S
 - Bueno, en España son las once de la mañana.
 - Quiero desayunar – dijo Tom, sonriendo – Pero, es un poco tarde para llamarlo desayuno.
 - Vamos a ver si sigue abierta la cafetería – dijo Bill –
 - Vamos

Bajamos. Estaba a punto de cerrar, pero conseguimos que nos dejaran pasar. Desayunamos entre risas. Nos lo pasamos muy bien. Seguimos charlando, riendo... El tiempo pasaba sin que ninguno nos diéramos cuenta. Después de comer, David apareció de pronto.

 - Chicos, hola

 - ¡Hola, David! – saludó Bill. David de quedó sorprendido, pero sonrió –
 - Hola, veo que os lo estáis pasando muy bien.
 - Sí, hemos tenido suerte. Son unas chicas geniales.
 - Me alegro.
 - Sí, son muy agradables, súper sinceras – dijo Tom –
 - No son las típicas fans interesadas – intervino Georg con una sonrisa – Lo que me recuerda lo del autógrafo
 - ¡Ah, es verdad! – recordé –
 - Más tarde – prometió Bill –
 - Pues, eso, son estupendas – asintió Gustav –

David parpadeó, impresionado, y nosotras nos ruborizamos por completo. Recibir tales elogios de las personas que más admiras es increíble.

 - Bueno, me alegro de que haya buena química – rió – Pero tengo que fastidiaros el momento. Tenemos que ir a hacer las pruebas de sonido.
 - ¿Tan pronto? ¿Qué hora es? – dijo Tom –
 - Creo que son las cuatro y media, pero tenemos que estar ahí cinco y media, así que si nos damos prisa...

 - ¿Cómo dices, Bill? ¿Prisa? Sí, claro – se rió Gustav - ¿Eres consciente de lo que dices, Bill?
 - Queda toda una hora – se justificó, ruborizándose –
 - Claro, claro... ¬ ¬
 - Olvidaos de eso – terció David – Chicas, escuchad, ahora que salgamos es probable que nos encontremos con la típica gran masa de fans. Aún hay muchas que no os conocen, pero a ti sí, Ann. Así que, por favor, tened cuidado e intentad ser discretas. Ya sé que no vais a ir gritando por la calle, me refiero a que intentéis no parecer nerviosas, ni demasiado confiadas. Tampoco vayáis hablando en susurros ni exageradamente alto. Os voy a pedir que seáis buenas actrices mientras estéis con nosotros, ¿vale? No queremos que os pase nada.

 - Vale – murmuramos a coro. La seriedad de su tono nos había atemorizado un poco –
 - Ahora convendría que os fuerais a arreglar, en especial tú, Bill, a nadie le gusta llegar tarde – rió – Podría ser... Problemático

Se marchó riendo y todos los chicos menos Bill se rieron también. Él hizo un puchero, pero luego dijo:

 - Vale, entonces me voy. Como no me queréis...

Vi a Ann bajar la vista y morderse las mejillas por dentro para no decir nada y a Karina reírse de ella en silencio.

 - Nosotras también deberíamos ir a arreglarnos – admitió Belén – Janine no sé cómo lo hace, pero yo puedo estar media hora pensando, y Ann ni te cuento.
 - Vamos todos – terció Gustav con una sonrisa – Bill se queja siempre de que le tomemos el pelo, pero en el fondo, el único que se da prisa soy yo
 - Mentira podrida – saltó Tom – Yo también acabo pronto.
 - A veces – dijo él, encogiéndose de hombros – Tienes razón.

Subimos discutiendo por ver quién tardaba más y quedó en un empate entre Bill, Ann y Belén. Belén admitió que algunas veces Ann tardaba más, pero Bill y ella no lograron ponerse de acuerdo. Finalmente, quedaron en verlo después. Entré a mi cuarto y vi que alguien había entrado y dejado mis maletas ahí. Abrí una y miré mi ropa. No sabía muy bien si volveríamos. En eso estaba cuando Gustav llamó a la puerta.


 - Jan, soy Gustav – oí. Corrí a abrir –
 - Dime
 - Se nos olvidó deciros que luego no vamos a volver, por si queréis llevar alguna cosa.
 - Ah, gracias.
 - Por cierto, vosotras vais a asistir al concierto desde detrás del escenario, ¿okay?
 - ¿Ah, sí? ¡Guay! – él sonrió –
 - Pues... era sólo eso.
 - Oye, Gus – le llamé – Lo siento por lo de antes. A veces, Belén no se da cuenta de lo que dice.
 - ¡Ah, eso! – sonrió – Ni lo menciones, no pasa nada.
 - Vale. Nos vemos luego.

Él sonrió una vez más y tomó una de mis manos. La besó en silencio con un brillo de diversión en los ojos. Luego se echó a reír y me contagió.
 - Tienes bonitas manos – dijo, encogiéndose de hombros –
 - Gracias – susurré. Supe que estaba como un tomate –
 - Nos vemos

Salió cerrando la puerta tras de sí. Me volví a centrar en mi maleta, aunque la mirada pícara que me había dirigido no se me iba de la cabeza.

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Tokitass!!
He vuelto!!
Disfruten de este capi, porque enseguida voy a subir otro  ^.^
Voy de dos en dos
jajaja
Saludos
AnnyK


PD: Ya, subi, estas contenta, iLee?? xDDD