**... hazme volar con una mirada... **

domingo, 26 de junio de 2011

Capítulo 18: Comentarios inapropiados


*...Annelysse...*

-          ¡¡Chicos!! – la voz de David nos hizo dar un bote –
-          ¡Hola, David! – sonrió Bill –
-          Siento cortaros el rollo, pero, ¿sabéis qué hora es? ¡Van a abrir las puertas en cinco minutos! ¡Corred!

Ellos abrieron mucho los ojos y Bill compuso una mueca. Nos miraron de reojo.

-          ¿Os importa correr?

Miré mis sandalias de reojo y me encogí de hombros.

-          A mí me da igual.
-          Estará bien – dijo Janine, mirándonos a todas, que asentíamos –
-          Creo que no está muy lejos, pero yo no me arriesgaría mucho – dijo Gustav - ¡Vamos!

Echamos a correr a través del pasillo mientras oíamos cómo las fans comenzaban a entrar. En un instante, estuvimos en una habitación amplia, llena de espejos, sillas, con una puerta a un costado. David, suspiró.

-          ¡Justo a tiempo! – exclamó Gustav –
-          Ajá. Bill, ¿vas a ponerte esa cosa ya? – preguntó David –
-          Ah, espera, eso me da calor... – refunfuñó – Dentro de cinco minutos, déjame beber agua
-          No muy fría... – le recordó –
-          Ya lo sé, ya lo sé...

Cogió una botella de la mesa, que estaba llena de cosas de comer y beber. Me sorprendió encontrar una bandeja de fruta. Él me vio mirándola y alzó las cejas.

-          ¿Quieres una?
-          ¿Eh? Ah, no, da igual – murmuré –
-          Están para comerlas, si quieres, no preguntes, coge lo que quieras – me sonrió y me puse colorada. Luego miró a las demás – También va por vosotras, ¿eh?
-          Gracias – sonrió Janine –

Karina y mi hermana se limitaron a sonreír. Tom se acercó y cogió una botella de una bebida energética de color amarillo. Bill puso cara de asco y Tom, viéndolo, casi le escupe el líquido en la cara al echarse a reír. Los demás nos contagiamos y, tras calmarnos, Bill dijo:

-          Bueno, ahora sí que debería ir a ponerme esa cosa.
-          No te quejes – sonrió Gustav – fuiste tú el que lo decidió.
-          Lo sé, es que queda bien – se encogió de hombros – Pero es muy engorroso.
-          Ve, anda, que luego no te da tiempo – dijo David –
-          Iré a echarle una mano – se ofreció Tom –
-          Gracias, Tom – sonrió Bill –

Ellos se fueron y Gustav se acercó a nosotras.

-          ¿Queréis sentaros? – preguntó. Yo me encogí de hombros –
-          No estaría mal – admití. La carrera me había sofocado –
-          Ha estado cerca, ¿eh? – sonrió Georg – A veces nos pasa, que nos olvidamos de la hora del concierto, pero generalmente no estamos por ahí fuera. Menos mal que vino David.
-          Ajá. Si no fuera por mí, es seguro que en dos minutos habríais tenido a todas las fans encima.
-          ¿No os asustan? – preguntó mi hermana –
-          ¿Las fans? No, para nada. Tenemos un buen equipo de seguridad – bromeó Georg – Bueno, depende, por ejemplo en España sí que me asusta un poco. Estáis todas locas. Pero no tanto como en Alemania, allí muchas tratan de seguirnos a nuestras casas… Es loquísimo, pero lo llevamos bien. A Tom le encanta España, Francia… A Bill le gustan todos – se rió – En realidad, no tenemos uno preferido.
-          ¡Eso no es verdad! – rebatí, sonriendo burlona –
-          Claro que sí.
-          No, no es verdad. Francia es vuestro favorito.
-          ¿Francia?
-          Debe ser, después de Alemania, el país en el que más conciertos habéis dado.
-          ¿Tú crees?
-          Sí – afirmé con rotundidad – Deberíais pasar más por otros países que por Francia. Por España, por ejemplo.
-          Eso, eso. En España habéis dado en total creo que cuatro conciertos. En la última gira, en Francia, por lo menos cuatro – añadió Karina. Mi hermana asintió –
-          ¿En serio? – Gustav frunció el ceño – Bueno, ya lo veremos.
-          Te demuestro – dije. Saqué mi Ipod y busqué la foto con el calendario de la gira. La amplié y conté – Este tour ha pasado cuatro veces por Francia y queda una. En España han sido dos conciertos.
-          Bueno, tranquilas – sonrió Georg –
-          Eso decídselo al jefe – comentó Bill, entrando de nuevo, ya vestido con el traje extraño de luces. Sonreí y él se encogió de hombros – Y no gritéis tanto.
-          ¿Tanto se oye?
-          Bueno, nosotros os oíamos.
-          Ah, bueno ¿A quién se lo decimos? – Jan puso los brazos en jarras. Bill sonrió y señaló a David, que miraba su móvil sin prestarnos atención, sentado en la esquina – Vale.

Se levantó y se situó delante de David. Él levantó la vista, sorprendido.

-          ¿Señor Jost? – él alzó una ceja – Vengo a presentarle una queja de parte de las fans españolas.

Él se quedó de cuadros y ladeó la cabeza para mirarla, pero finalmente hizo un gesto con la mano, invitándola a sentarse.

-          Bien, señorita, exponga el caso – dijo, con su tono más profesional –
-          Bien, a las fans nos consta que “Humanoid City Tour” pasa cinco veces por Francia y solamente dos por España. Asimismo, durante toda la carrera musical de Tokio Hotel, es uno de los países que más ha frecuentado, ¿es posible que nos dé una explicación a este hecho? ¿Podría considerar que la banda viniera más a nuestro país?
-          Sin duda, señorita, debo decir que no es una cuestión de intereses personales. Puede ser por la vecindad de los países, cuestiones económicas o política, el asunto concreto no veo que sea de la incumbencia de las fans.
-          ¿No podría reconsiderar su respuesta?
-          Creo que no ¿Algo más?
-          Aún no ha contestado a mi segunda pregunta, señor Jost.
-          Bien, es posible. Aún hay que terminar una gira antes de empezar con otra. No descarte la posibilidad, pero no confirmo nada.
-          Muchas gracias por su tiempo, señor Jost. Es usted un experto en eludir preguntas indiscretas.

Los chicos abrieron mucho los ojos y mi hermana, Karina y yo nos llevamos las manos a la boca, asustadas ¿Se enfadaría? ¿Le diría algo? Ella sonreía con suficiencia. Por un momento, pensé que se enfurecería, creo que todos lo pensamos, pero él se limitó a echarse a reír con fuerza.

-          Eres una chiquilla impertinente – dijo, sonriendo – Pero no me importa. Sin embargo, no esperes que conteste a tus preguntas, jovencita. No voy a ceder ante ti tan fácilmente.
-          Bueno, se puede probar – ella se encogió de hombros – En realidad, no soy una chiquilla impertinente.
-          Lo sé. No tienes cara de insolente – sonrió –
-          A no ser que me provoquen – puntualizó ella con ironía –
-          Olvídalo. No te comas la cabeza, además, siempre puedes ir a Francia al concierto.
-          ¿Hasta Francia? ¿Al concierto? – abrió mucho los ojos - ¡Tal vez a ti te da igual, pero se le llama crisis, y no llueve el dinero, ¿sabes?!
-          ¡Oye, oye! – él se rió - ¡Tranquila!
-          Hmpf.

Janine se cruzó de brazos y se levantó con el ceño fruncido. David se rió entre dientes, pero volvió a concentrarse en su teléfono como si nada hubiera pasado. Nadie dijo nada cuando Janine se sentó con nosotros y ella se mordió el labio con nerviosismo.

-          ¿Me pasé, quizá?
-          ¡No! – Gustav se echó a reír entonces – A David le da igual, ya se acostumbró a nosotros, pocas cosas le sacan realmente de sus casillas. La da risa.
-          Oh, bueno.
-          Te ha tomado en serio, no te preocupes – la tranquilizó Tom con una sonrisa –
-          Menudo genio que tienes, ¿eh? – bromeó Georg –
-          Soy algo impulsiva – sonrió avergonzada y se ruborizó – Lo siento, creo que he sido bastante irrespetuosa.
-          No te lo tomes a mal, pero ha sido genial – dijo Bill, mirándola de una forma que me hizo temblar de celos. Miré para otro lado. Cogí una manzana y la mordí con fuerza para no decir nada. Jan le sonrió –
-          Es culpa de Ann – mintió ella. Yo me atraganté –
-          ¿Qué? ¿Yo qué hice? – empecé a toser. Bill se echó a reír y me palmeó la espalda –
-          ¿Estás bien? – preguntó –
-          S-sí, gracias... – miré a Jan. Ella se encogió de hombros –
-          Fuiste tú la que me metió en la cabeza que tenía que decir las cosas tal y como las pienso, pero con educación.
-          Ah, sí – admití, coloreándome entera. Era cierto – Es verdad.
-          Yo sólo he hecho lo que tú decías. Además, tú siempre estás haciéndolo.
-          No siempre – farfullé –
-          Pero sí a menudo – intervino mi hermana –
-          Bueno... – dudé – Si vosotras lo decís.
-         A menudo no nos damos cuenta de la frecuencia con la que hacemos las cosas – dijo Tom, encogiéndose de hombros –
-          Ya...

Nos quedamos callados y yo seguí comiéndome la manzana, que ahora sabía más dulce. De pronto, Bill gritó.

-          ¿Qué pasa? – exclamé, asustada –
-          Nada – murmuró – Ahora sí que estoy nervioso ¿No oyes a las fans?
-          Y yo – asintió Tom – Mira, me tiemblan las manos.

Y era cierto, tenía las manos temblorosas y heladas.

-          A lo mejor no puedo tocar – bromeó –
-          No digas esas cosas – le reprendí – Allí fuera hay miles de personas esperándote.
-          Lo sé – sonrió – No podéis vivir sin mí.

Me eché a reír, sólo Tom era tan egocéntrico... Bill levantó una mano y le tiró de las trenzas con fuerza. Tom se revolvió y también le tiró del pelo. Nos empezamos a reír de nuevo, pero ellos siguieron peleándose.

-          No os deis en la cara ahora – pidió Gustav. Ellos no contestaron –

Me levanté y rodeé a ambos hermanos para coger un laptop que había sobre la mesa. Lo abrí.

-          ¿Es vuestro? – pregunté con el dedo sobre el botón de encender –
-          Es de Bill – dijo Tom, soltando a su gemelo, que se dedicó a arreglarse el pelo otra vez –
-          ¿Puedo encenderlo? – pregunté –
-          Sí, claro – sonrió –
-          Tu pelo está perfecto – aseguré, mientras lo encendía y entraba en Internet – hum... En dónde lo pondría...
-          ¿Qué haces? – preguntó mi hermana –
-          Busco un vídeo ¡Este! ¿Bill? – él me miró – Una pregunta, ¿qué era eso? Siempre tuve la duda.

Frunció el ceño. Era un vídeo en el que salía él, cantando, y algo le daba en la cara y rebotaba. Él se echó a reír.

-          No tengo la menor idea – admitió – Pero parecía una goma elástica. Pero no sé, la verdad.
-          Vaya. Bueno, da igual.
-          Pon música – pidió mi hermana –
-          Vale.

Busqué cualquier canción y la puse, sin pensarlo demasiado. Me volví a sentar, pero nadie dijo nada, estábamos todos tan tensos, que volví a coger el laptop y me dediqué a buscar vídeos del concierto en Madrid. Ahí estaba yo... Temblé y tiré del codo de mi hermana para que viera.

-          Me odian – susurré, medio asustada y medio divertida –
-          Sólo algunas – observó –
-          ¡Retrocédelo un poco! – pidió Karina – Y ponlo en grande.
-          ¿Qué ocurre? – hice lo que me pedía –
-          Mira, ahora – susurró y señaló a Bill. Entrecerré los ojos, yo era incapaz de saber qué decía, pero Karina... –
-          No sé a qué te refieres – la miré y ella me devolvió la mirada con picardía –
-          Fíjate bien, ¿quieres? – dijo mi hermana, emocionada – Lo he visto hasta yo.
-          ¿Dónde?
-          Fíjate un poco mejor.

Lo volvió a poner. Tarareé inconscientemente la canción y me dí cuenta de que Bill no estaba diciendo la letra. Encajé un perfecto “sexy” en el momento que Karina decía.

-          ¡Dios mío! – susurré – Tienes razón.
-          Ya sé que tengo razón.

Ellos se echaron a reír y Tom preguntó:

-          ¿Qué ocurre? ¿Ya tienes a todas en tu contra?
-          No todas – apunté – Las hay comprensivas y razonables. Pero sí, muchas sí.
-          Bueno, ya sabes cómo se siente Natalie.

Nos echamos a reír, aliviando gran parte de la tensión que había en el ambiente. Janine frunció el ceño y señaló la pantalla.

-          ¿Sexy, Bill? – parpadeó con fingida sorpresa – Alguien te odia mucho, Ann, lee esto.
-          ¿Qué pone? – inquirí, divertida – Lee la descripción.
-          Fragmento de “World Behind my Wall”, Madrid. Leyendo los labios de Bill, captarás un “qué sexy” justo antes de pasarse la lengua por los labios ¿Ilusión o verdad? Eh... – hizo una mueca – No hace falta que te lea los comentarios, ¿no?
-          No, déjalo – sonreí con picardía y miré a Bill, que abrió mucho los ojos. Luego esbozó una sonrisa y ladeó la cabeza –
-          Déjame verlo – le dijo a Jan –

Lo miró detenidamente dos veces. Me crucé de brazos y él sonrió.

-          Qué fans más observadoras que tengo – dijo simplemente. Yo enrojecí inmediatamente –
-          ¡Qué descarado! – dijo mi hermana –
-          ¿Qué? – Tom se encogió de hombros – Tan sólo opina que Ann es sexy. Tiene razón.

Mi hermana palideció de golpe y yo iba a decir algo cuando Patrick entró, acalorado, y les llamó:

-          ¡Chicos, es la hora! – nos sonrió – Ustedes irán con David.
-          Ah, bien – sentí que enrojecía aún más y lancé una mirada asesina a Tom, que me sonrió con picardía –

Ellos se fueron, y mi hermana se derrumbó en la silla, subiendo las rodillas y hundiendo la cara entre los brazos. Todas la abrazamos y David levantó la cabeza por fin. Sonrió con aire paternal.

-          Le gusta coquetear, ¿no?
-          Con todo el respeto, me parece que no sabe lo que ha ocurrido antes entre los dos – dijo Janine, con suavidad –
-          Ah, os permito tratarme mal – sonrió – Sólo por ser ustedes. Díganme qué ocurrió. Prometo no decirles anda. Lo juro.

Se sentó en una silla a nuestro lado.

-          No fue… - empecé, recelosa. Belén me interrumpió –
-          Él intentó besarme en el avión de Madrid a aquí y yo le paré. Luego vino a disculparse a mi habitación y le perdoné. Me dijo que si quería un beso, que simplemente lo pidiera, y le dije que no me rebajaría a pedírselo, y le besé. Él me correspondió el beso, pero quiso… Quiso tocarme el culo, y le abofeteé, por descarado. Él prometió guardármela, pero no le había tomado en serio… Y lo que ocurre es que no lo ha dicho por eso, sino porque realmente lo cree – se echó a llorar silenciosamente y volvió a esconder la cara en los brazos –

No dijo nada, le puso una mano en el brazo. Ella levantó un poquito la vista y le sonrió, llorosa, luego volvió a hundirse.

-          Voy a hacérselo pagar – prometí –

Janine y Karina me miraron, y David incluso abrió la boca para intentar disuadirme, pero Belén levantó la cabeza y sonrió, casi con crueldad. Todos, menos yo, se asustaron al oír su tono

-          ¿Qué tienes en mente, hermana?

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domingo, 6 de febrero de 2011

Capítulo 17: Concierto improvisado

*...Tom...*



Hicimos buena parte del trayecto en bus en silencio, lo que me dio la oportunidad de pensar en Bill y Ann. La verdad es que hacían buena pareja. No tenía forma de saber la opinión de Ann sobre Bill sin ser obvio y no quería hacer mal tercio. Por otro lado, empezaba a darme cuenta de que le enana era realmente bonita. Las dos hermanas llamaban mi atención, eran hermosas de una manera tan similar que empezaba a entender lo que pensaban las fans que afirmaban que tanto Bill como yo les gustábamos. Sentía una empatía con ellas tan extraña... Tenía miedo de que Ann me terminara gustando y tuviera que competir de nuevo con Bill. Él pareció darse cuenta y me miró con una ceja alzada. Yo eludí su mirada, no quería que se enfadara conmigo precisamente ahora. Desvié la vista hacia la ventana.


                                                       ***

*...Bill...*
Tom estaba muy raro desde que le conté lo de Ann. Yo pensaba que le gustaba Belén, pero ahora tenía mis dudas acerca del tema. No me miraba y nuestra conexión estaba turbia, él no quería que yo supiera lo que sentía. Me preocupaba, la verdad. Más de una vez nos había gustado la misma chica y generalmente la elección la había hecho ella, pero no estaba muy seguro de querer que Ann decidiera. Tampoco estaba muy seguro de lo que sentía por ella. Hacía tanto tiempo que no me enamoraba... Gustav decía que sí, pero yo no estaba seguro. A pesar de que creía firmemente en el amor a primera vista, ¿cómo podía ya saber que era amor o simplemente atracción? Y sin embargo, ese beso se había sentido tan bien... No había mentido, realmente iba sólo a darle un pico, pero no había podido contenerme, y ella tampoco. No sabría decir si ella lo deseaba tanto como yo, pero sí que lo había disfrutado.
- Llegamos – anunció Georg, feliz – Qué emoción.
- Qué nervios – murmuró Tom –
- ¿Estás nervioso? – preguntó Ann con tono curioso. Tom se encogió de hombros y se ruborizó –
- Suelo estarlo
- ¿Por las fans?
- No, no. Pero si algo sale mal...
- Para eso hacéis pruebas de sonido, y eso, ¿no?
- Ya lo sé... – Dejó los ojos en blanco – En serio, haces unas preguntas... Me recuerdas a Bill.
- Bueno, yo sólo intentaba ser agradable, si lo prefieres me burlaré de tus nervios – dijo ella con malicia. Sonreí –
- Agh, déjalo
- Como quieras...

Se encogió de hombros mientras bajábamos del autobús y las demás chicas se echaron a reír. Gustav y Georg rieron entre dientes y yo le puse una mano en el hombro.
- No siempre se tiene la razón
- Hasta tú estás en mi contra – frunció el ceño – No es justo. Además, tú también estás nervioso.
- No tanto como tú, Tom, no tanto. Y, en todo caso, yo no lo voy diciendo por ahí
- Mpf

Se enfadó y se cruzó de brazos, haciéndonos reír. Hacía algo de viento, pero no exactamente frío, y además entramos enseguida así que no lo notamos. Al llegar, David nos localizó rápidamente y se acercó a nosotros. De reojo pude ver que las chicas se ponían en tensión.

- Por fin, pensaba que no llegaríais – nos miró a todos y sonrió – Estáis todos guapísimos – miró a las chicas – Pero vosotras más

Ellas se rieron y vi que Ann me miraba de reojo y se ruborizaba
- Bueno, ¿empezamos ya? – sugirió –

Asentimos. Reímos mientras prohibía a Natalie el acercarse a las chicas. Patrick se las llevó para que vieran la prueba desde la pista y ellas aceptaron. Aproveché que no estaban para decir:
- David, quizá deberías medirte al hablar. Vas a asustarlas.
- Sólo quiero que me tomen en serio
- Ya lo hacen, no es necesario que te pases, ¿sí? No sé las demás, pero al menos Ann es más sensible de lo que parece
- ¿Ann?
- La del pelo negro
- Ah, ya... Parece una muñequita de porcelana – sonrió - ¿Sabes, Bill? No deja de mirarte. Hacéis buena pareja
- Mejor me callo – murmuré, sintiendo cómo se enrojecían mis mejillas –
- Que no, no te lo tomes a mal, hombre. Lo digo en serio, a ella le gustas. Se le nota
- No me lo tomo a mal – conseguí decir –
- Oye – me cogió del brazo y me hizo mirarle a los ojos - ¿Te gusta?
- ¿Perdón? – tartamudeé. Sentí cómo enrojecía más y más –
- Wow, Dios mío, te gusta. Ya estoy viendo el titulas de todas las prensas...
- Olvídalo – negué – Empezáis a hartarme – hice una mueca – Y no soy al único al que le ha caído bien, ¿no, Tom?
- Yo, no...
- Tú, sí – interrumpí – No te molestes, se te nota
- No os enfadéis – pidió David – Bill – me miró, serio – Contrólate. Ella es linda y ustedes son, al fin y al cabo, hombres. Dale tiempo al tiempo, se terminará solucionando. Tom – puso los ojos en blanco – A ti te gustan todas, soy incapaz de creerme que tengas una fijación especial con ella. Además – soltó, como quien no quiere la cosa – La hermana es más guapa
- ¿La he-hermana? – tartamudeó –
- Sí, la chica que siempre está a su lado. La chica de los ojos verdes, intensos. Son lindos
- Sí, muy bonitos – contestó con voz ahogada –
- ¿Y a ti qué te pasa?
- Nada, nada...
- ¿Algo más que deba saber? – inquirió con ironía –
- No – contestamos Gustav, Tom y yo. Georg sonrió
- ¿Georg?
- Bueno... – dudó un momento, pero no tardó en retomar el hilo – Es que Bill anda pillado por Ann, Tom tiene sus tira y afloja con las dos hermanas, al parecer, y Gustav ando en las nubes por Janine. Y a mí me cae genial Karina – sonrió – Tenemos muchas cosas en común.
- Dios santo, si en realidad lo único que os hacía falta era que ellas pudieran seguiros donde vayáis – murmuró, aunque fue perfectamente audible –
- David, no te pases – empecé – Las hemos conocido ayer. Por mucho que nos gusten, difícil que pase nada ya mismo
- Aún así, me siento mejor
- ¿Qué? – exclamamos todos a la vez. Él sonrió –
- Chicos, no me parece humano teneros todo el día de un lado para otro, sin tiempo para vivir casi. Necesitáis algo o alguien que os devuelva algo de normalidad
- ¿Normalidad? – se burló Georg – Si andan todos en las nubes
- Enamorarse es algo normal a vuestra edad, no es malo que estéis en las nubes – explicó – En algún momento, teníais que tomaros un respiro. Lo que para vosotros es estar en las nubes, para el resto de la gente es algo normal
- Pero no estamos toda la vida así. De vez en cuando tenemos “vacaciones” – apuntó Gustav –
- Ajá, y nos lo pasamos bien – siguió Tom –
- Nos gusta ser así – dije –
- Lo sé – me miró fijamente cuando dije eso – Pero todos necesitamos relacionarnos con más gente que vosotros cuatro. Si casi no podéis salir a la calle, ¿cómo lo vais a conseguir?

No respondimos, él ya sabía la respuesta. No miré, peor sabía que todos tenían la vista baja, meditando sobre lo que acababa de explicar.

- ¿Intentas decirnos que aceptaste nuestra propuesta por eso?
- Bueno, ¿y las fans? – se rió – Tuve en cuenta muchas cosas, prioritariamente vosotros, claro. Y estoy muy contento de haberlo hecho Tom – respondió –
Nos quedamos callados, y él sonrió

- Bueno, da igual. Vamos ya, que...
- ¿David? – preguntó Gustav – Antes has hablado de la prensa... ¿No crees que deberías hablarlo con ellas? Tal vez no quieran salir en la prensa.
- Ah, tienes razón. Se lo comentaré.
- Y piénsate lo que te dije antes. Son chicas serias – añadí – No se toman las cosas serias a broma
- Okay, gracias, lo tendré en cuenta. Ahora, deben estar preguntándose dónde narices estamos – sonrió –
- Vale, vale, vamos – accedió Tom –


                                                   ***



*...Annelysse...*

- ¿Ann? – inquirió Karina. Me giré hacia ella mientras Patrick se hacía el desentendido – Hay algo de lo que aún no nos has dicho ni mu
- ¿Ah, sí? – me hice la tonta –
- Sí, linda – sonrió maliciosa - ¿Besa bien? – susurró en español. La ignoré –
- Ya os he dicho lo que pasó, no puedo hacer más
- Sí, puedes hermanita – sonrió mi hermana. Hice una mueca en dirección a Patrick, que no nos miraba –
- Bah, en bajito – pidió Janine –
- Que no... ¿Creéis que yo no quiero saber lo de Belén? Pero a mi me enseñaron a ser discreta – apunté –
- Uf... Qué aburrida, chica – se quejó Jan –
- Y hay más... – miré a Karina - ¿No has tenido nada mejor que hacer en el avión que mirarme?

Ella se echó a reír, y las otras le hicieron coro. Parecían estar pasándoselo muy bien a mi costa. Enarqué una ceja

- En serio – añadí –
- Ya lo sé – me sonrió – Bueno, al principio hablamos algo, no mucho, no somos muy habladores, luego sí que me dediqué a cotillear, pero no sólo a ti. Sí, me enteré del lío de Belén con Tom, pero preferí pasarlo por alto, ya estabas tú con ella. Luego, claro que hemos hablado, me cae muy bien, pero no he sido yo la que prácticamente se ha tirado a sus brazos – y me miró significativamente –
- ¡Eh, yo no he hecho eso!
- No, claro...
- Bill no tiene ni idea de nada, K, está clarísimo que está más perdido que si estuviera en medio del Sahara y sin mapas ni brújulas – intervino Janine con suavidad – El que Ann sea poco explícita ayuda a que a un chico le cueste seguirla, ya lo sabes. Y Bill no es la excepción
- Para mí que sí que lo sabe. Si no lo sabe, ¿por qué ha hecho eso?
- ¿Lo del b-?
- Eso – interrumpió –
- Él no mentía, Karina, ¿cómo te lo meto en la cabeza? – exclamé –
- Bueno, no vamos a discutir – sonrió – cada una es como es, y si quieres que Bill se fije en ti a tu manera, es lo mejor que puedes hacer – me tendió una mano y la abracé –
- Gracias
Nos quedamos calladas, disfrutando de la pista para nosotras solas. Ellos tardaban, pero no le di importancia. Cuando finalmente salieron, miré a mi hermana y ambas gritamos. Incluso de lejos, pude ver que tanto Bill como Tom pegaban un brinco. Jan y Karina se nos unieron. Ellos se rieron y Patrick incluso se tapó los oídos. Empezamos a gritar “Tokio Hotel” rítmicamente y Bill simuló dirigirnos con una batuta. Después de reírnos un rato, ellos se dedicaron a probar todos los micrófonos, amplificadores... Al acabar, Bill nos hizo una seña para que nos acercáramos. Subimos al borde del escenario y nos sentamos allí. Se acuclilló a nuestro lado.
- ¿Suena bien? – preguntó –
- Siempre suena bien – sonreí –
- En serio
- Sí, claro – asintió Karina. Él la sonrió –
- Vale. Sabéis tocar, ¿no?
- Eh, sí, supongo – Karina se encogió de hombros –
- Deleitadnos con vuestra música
- Ah, no, ni hablar – exclamó Jan – No pienso tocar nada nuestro
- Porfa – pidió Gustav, acercándose –
- Nos hace ilusión – añadió Georg –
- Venga... – pidió Tom –

Nosotras dudamos. Luego, yo dije:
- Bueno, podemos tocar algo que no sea nuestro, ¿no?
- Vale... – accedió Bill. Me dio el micrófono –

Me ruboricé, pero lo cogí. Abrí los ojos como platos al ver que Tom, Gustav y Georg, cedían sus instrumentos con facilidad, pero no dije nada. Jan echó a correr hacia la plataforma y jugueteó distraída con los platillos. Mi hermana ya estaba calibrando el sonido de la guitarra y me di la vuelta para ver que Karina no perdía el tiempo. Yo miré el micro, luego a Bill, que alzó una ceja y, suavemente, me lo acerqué a los labios
- ¿Suena muy fuerte?
Me asusté de mi propia voz, pero pronto encontré el punto exacto

- Es importante que encuentres la posición adecuada para que no te ahoguen las otras voces y no suene demasiado fuerte, sino queda mal – me explicó Bill. Me ruboricé intensamente –
- Vale

Me puse de pie y me acerqué al parante del micrófono para dejarlo allí y acercarme a mi hermana.
- ¿Qué tocamos?
- No sé, algo bonito
- ¿Algo suyo?
- No. Otra cosa...
- ¿Angel, de Leona Lewis?
- ¡Sí, esa! – sonrió, entusiasmada – Voy a decírselo a Jan, tú dile a Karina
- okay

Caminé hacia Karina, y me di cuenta de que el escenario era bastante más grande de lo que parecía. Ella se acercó un poco

- Angel, Leona Lewis
- A tus órdenes – bromeó – A propósito, dile a Belén que puede usar el piano en lugar de la guitarra
- ¿Eh?
- El teclado – señaló –
- Ah, es verdad, creo que se lo sabe al piano, ¿no?
- Sí. Estuvo practicando el otro día hasta que le salió
- Okay
Volví de nuevo
- ¿Qué pasa, Ann?
- Oye, ¿no puedes usar el piano? En realidad, suena mejor
- ¿El teclado? ¿Y dejar esto?

Me enseñó la guitarra. La miré detenidamente

- ¡Anda! ¿No es la famosa Gibson que querías?
- ¡Y del mismo color! – sonrió – No sabía que él la tenía
- Bueno, pero la canción es a teclado – objeté –
- Bueno... Vale – accedió –
- Voy yo – sonreí – Dame

Cogí la guitarra y me acerqué a Tom

- ¿Podemos usar el teclado? – pedí. Él la cogió –
- Claro que sí
- Una cosa – dije. Él me miró, alzando una ceja – Mi hermana ha estado loca por esa Gibson desde que la vio en una tienda, incluso del mismo color ¿Se la prestas otro día?
- ¡Claro! Si la quiere, se la regalo – sonrió – Tengo miles de Gibsons
- ¡Gracias! – dije – Pero no creo que te la acepte
- ¿Y eso?
- Habla con ella luego – interrumpió Bill – Quiero oírlas
- Okay

Hice una seña a mi hermana, que se acercó al teclado rápidamente y me acerqué de nuevo al micrófono. Lo cogí, el parante estaba demasiado alto para mí, y me giré hacia Jan. Me acerqué el micro un poco y le dije:

- Empieza tú
- Vale – señaló un pequeño micro de oreja y sonrió – Mira
- Ya veo. Me gusta más este – sonreí –
- Tú no necesitas las manos, Ann – me sacó la lengua y se giró hacia Belén - ¿Quieres el ritmo?

Ella asintió y pulsó un acorde. Janine introdujo el ritmo y rápidamente mi hermana la siguió. Encontré la tonalidad enseguida y comencé a cantar. Karina entró con una línea de bajo que nos habíamos inventado un poco y pronto empezó a sonar bien. Miré hacia ellos con timidez, pero, lejos de ponerme nerviosa, me tranquilizó ver que sonreían. Continuamos. Entonces, llegó un momento en que había dos voces, y me entró miedo, pero Janine interpretó la voz más grave como si siempre lo hubiera hecho y me guiñó un ojo cuando me giré hacia ella. Luego se terminó. Tan rápido como había llegado, la música cesó, la euforia comenzaba a embargar mi cuerpo. Nuestro primer “concierto” con instrumentos y todo profesionales, ¡delante de Tokio Hotel! Ellos aplaudieron. Jan bajó y sonrió. Corrió hacia mí y me abrazó con fuerza, levantándome del suelo

- ¡Eso ha sido genial! – gritó – Ya sé por qué te gusta lo de cantar
- ¿No es genial? – sonreí –
- ¡Sí! No sabía que mi voz armonizaba tan bien con la tuya
- Menos mal que entraste tú, no sabía qué hacer

Nos acercamos a ellos, sonriendo.

- ¿Qué tal? – preguntó mi hermana –
- Espectacular, parecíais profesionales – sonrió Bill –
- ¿Os ha gustado? – preguntó Gustav –
- ¡Ha sido sensacional! – exclamó mi hermana –
- Una vez soñé que dábamos un concierto – recordé – Y creo que justo estabais vosotros ¡Pero no fue ni la mitad de emocionante que esto!
- Me alegro de que os lo hayáis pasado bien – sonrió Bill –
- Ha sido espectacular – sonrió Karina –
- Ajá, es cierto – Janine seguía entusiasmadísima, como todas nosotras – Y me encanta esa batería
- Sí, a mí también – rió Gustav –
- Suena de maravilla.
- Creo que eso ya es el amplificador – sonrió él. Ella se encogió de hombros y se ruborizó un poco –
- El bajo es genial. Me gustan las cuerdas, están bien tensadas – apuntó Karina –
- Pues a mí el teclado no – negó Belén. Ellos la miraron, curiosos – Las teclas son demasiado suaves, no puedo tocar más fuerte o más suave, tienes que subir el volumen.
- Bah, eso es lo de todos los teclados – dije yo –
- Bueno, hay algunos que sí se puede – dijo Tom – Pero yo prefiero ese.
- Para gustos, los colores – terció Janine - ¿Y el piano?
- ¿Queréis probarlo? – preguntó Bill –
- ¡Que toque Ann, que toque Ann! – pidió mi hermana –
- Sí, que para eso estudia piano – añadió Janine –
- Vale – me encogí de hombros - ¿Por qué no?

Sacaron el piano y lo abrí. Era electrónico, tal y como había supuesto. Pulsé un par de teclas, y el tacto era idéntico al de cualquier piano. Empecé a tocar “World Behind My Wall”, pero hice la melodía al piano, no quería cantar.

- ¡Wow! – murmuró alguien –

Bill y Tom se acercaron a mirar y sentí tres personas más detrás de mí. No me paré, terminé la canción suavemente y me encogí en el asiento al ver que todos me aplaudían. Me ruboricé.
- Me he limitado a tocar vuestra canción, ¿qué mérito tiene eso?
- Mucho, la ha tocado muy bien, has hecho la melodía, el bajo, parte de la guitarra y la batería... – Tom sonrió – Está muy bien, no creas que por no ser tuya no tiene mérito. No te subvalores.
- Bueno – me encogí de hombros – Vale.
- ¿Te gusta el piano? – preguntó Bill con una ceja alzada, apoyándose en él, sin darse cuenta de lo sensual del gesto. Me quedé embobada mirándole –
- ¿Eh? – reaccioné, ruborizándome - ¡Ah! Sí, es bueno a pesar de ser eléctrico. Es guay.
- ¡Claro que es guay! – soltó Tom - ¿Qué clase de piano puede prenderse fuego y seguir bien después de varias veces, ¿eh?
- Es verdad, es genial, Tom – sonreí –
- Es el mejor – dio una palmada a la tapa del piano, como si fuera un animal, y sonrió –
Bill le miró como su tuviera monos en la cara, pero luego se echó a reír y Tom también. Luego nos fuimos. Dimos vueltas y más vueltas por el lugar, mirando el escenario desde todas partes, hablando de cualquier cosa, riéndonos...

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Regresé!!
Mátenme si quieren, espero que les haya gustado el capi, que la verdad, es bastante largo, creo :S
saludos
AnnyK