**... hazme volar con una mirada... **

domingo, 26 de junio de 2011

Capítulo 18: Comentarios inapropiados


*...Annelysse...*

-          ¡¡Chicos!! – la voz de David nos hizo dar un bote –
-          ¡Hola, David! – sonrió Bill –
-          Siento cortaros el rollo, pero, ¿sabéis qué hora es? ¡Van a abrir las puertas en cinco minutos! ¡Corred!

Ellos abrieron mucho los ojos y Bill compuso una mueca. Nos miraron de reojo.

-          ¿Os importa correr?

Miré mis sandalias de reojo y me encogí de hombros.

-          A mí me da igual.
-          Estará bien – dijo Janine, mirándonos a todas, que asentíamos –
-          Creo que no está muy lejos, pero yo no me arriesgaría mucho – dijo Gustav - ¡Vamos!

Echamos a correr a través del pasillo mientras oíamos cómo las fans comenzaban a entrar. En un instante, estuvimos en una habitación amplia, llena de espejos, sillas, con una puerta a un costado. David, suspiró.

-          ¡Justo a tiempo! – exclamó Gustav –
-          Ajá. Bill, ¿vas a ponerte esa cosa ya? – preguntó David –
-          Ah, espera, eso me da calor... – refunfuñó – Dentro de cinco minutos, déjame beber agua
-          No muy fría... – le recordó –
-          Ya lo sé, ya lo sé...

Cogió una botella de la mesa, que estaba llena de cosas de comer y beber. Me sorprendió encontrar una bandeja de fruta. Él me vio mirándola y alzó las cejas.

-          ¿Quieres una?
-          ¿Eh? Ah, no, da igual – murmuré –
-          Están para comerlas, si quieres, no preguntes, coge lo que quieras – me sonrió y me puse colorada. Luego miró a las demás – También va por vosotras, ¿eh?
-          Gracias – sonrió Janine –

Karina y mi hermana se limitaron a sonreír. Tom se acercó y cogió una botella de una bebida energética de color amarillo. Bill puso cara de asco y Tom, viéndolo, casi le escupe el líquido en la cara al echarse a reír. Los demás nos contagiamos y, tras calmarnos, Bill dijo:

-          Bueno, ahora sí que debería ir a ponerme esa cosa.
-          No te quejes – sonrió Gustav – fuiste tú el que lo decidió.
-          Lo sé, es que queda bien – se encogió de hombros – Pero es muy engorroso.
-          Ve, anda, que luego no te da tiempo – dijo David –
-          Iré a echarle una mano – se ofreció Tom –
-          Gracias, Tom – sonrió Bill –

Ellos se fueron y Gustav se acercó a nosotras.

-          ¿Queréis sentaros? – preguntó. Yo me encogí de hombros –
-          No estaría mal – admití. La carrera me había sofocado –
-          Ha estado cerca, ¿eh? – sonrió Georg – A veces nos pasa, que nos olvidamos de la hora del concierto, pero generalmente no estamos por ahí fuera. Menos mal que vino David.
-          Ajá. Si no fuera por mí, es seguro que en dos minutos habríais tenido a todas las fans encima.
-          ¿No os asustan? – preguntó mi hermana –
-          ¿Las fans? No, para nada. Tenemos un buen equipo de seguridad – bromeó Georg – Bueno, depende, por ejemplo en España sí que me asusta un poco. Estáis todas locas. Pero no tanto como en Alemania, allí muchas tratan de seguirnos a nuestras casas… Es loquísimo, pero lo llevamos bien. A Tom le encanta España, Francia… A Bill le gustan todos – se rió – En realidad, no tenemos uno preferido.
-          ¡Eso no es verdad! – rebatí, sonriendo burlona –
-          Claro que sí.
-          No, no es verdad. Francia es vuestro favorito.
-          ¿Francia?
-          Debe ser, después de Alemania, el país en el que más conciertos habéis dado.
-          ¿Tú crees?
-          Sí – afirmé con rotundidad – Deberíais pasar más por otros países que por Francia. Por España, por ejemplo.
-          Eso, eso. En España habéis dado en total creo que cuatro conciertos. En la última gira, en Francia, por lo menos cuatro – añadió Karina. Mi hermana asintió –
-          ¿En serio? – Gustav frunció el ceño – Bueno, ya lo veremos.
-          Te demuestro – dije. Saqué mi Ipod y busqué la foto con el calendario de la gira. La amplié y conté – Este tour ha pasado cuatro veces por Francia y queda una. En España han sido dos conciertos.
-          Bueno, tranquilas – sonrió Georg –
-          Eso decídselo al jefe – comentó Bill, entrando de nuevo, ya vestido con el traje extraño de luces. Sonreí y él se encogió de hombros – Y no gritéis tanto.
-          ¿Tanto se oye?
-          Bueno, nosotros os oíamos.
-          Ah, bueno ¿A quién se lo decimos? – Jan puso los brazos en jarras. Bill sonrió y señaló a David, que miraba su móvil sin prestarnos atención, sentado en la esquina – Vale.

Se levantó y se situó delante de David. Él levantó la vista, sorprendido.

-          ¿Señor Jost? – él alzó una ceja – Vengo a presentarle una queja de parte de las fans españolas.

Él se quedó de cuadros y ladeó la cabeza para mirarla, pero finalmente hizo un gesto con la mano, invitándola a sentarse.

-          Bien, señorita, exponga el caso – dijo, con su tono más profesional –
-          Bien, a las fans nos consta que “Humanoid City Tour” pasa cinco veces por Francia y solamente dos por España. Asimismo, durante toda la carrera musical de Tokio Hotel, es uno de los países que más ha frecuentado, ¿es posible que nos dé una explicación a este hecho? ¿Podría considerar que la banda viniera más a nuestro país?
-          Sin duda, señorita, debo decir que no es una cuestión de intereses personales. Puede ser por la vecindad de los países, cuestiones económicas o política, el asunto concreto no veo que sea de la incumbencia de las fans.
-          ¿No podría reconsiderar su respuesta?
-          Creo que no ¿Algo más?
-          Aún no ha contestado a mi segunda pregunta, señor Jost.
-          Bien, es posible. Aún hay que terminar una gira antes de empezar con otra. No descarte la posibilidad, pero no confirmo nada.
-          Muchas gracias por su tiempo, señor Jost. Es usted un experto en eludir preguntas indiscretas.

Los chicos abrieron mucho los ojos y mi hermana, Karina y yo nos llevamos las manos a la boca, asustadas ¿Se enfadaría? ¿Le diría algo? Ella sonreía con suficiencia. Por un momento, pensé que se enfurecería, creo que todos lo pensamos, pero él se limitó a echarse a reír con fuerza.

-          Eres una chiquilla impertinente – dijo, sonriendo – Pero no me importa. Sin embargo, no esperes que conteste a tus preguntas, jovencita. No voy a ceder ante ti tan fácilmente.
-          Bueno, se puede probar – ella se encogió de hombros – En realidad, no soy una chiquilla impertinente.
-          Lo sé. No tienes cara de insolente – sonrió –
-          A no ser que me provoquen – puntualizó ella con ironía –
-          Olvídalo. No te comas la cabeza, además, siempre puedes ir a Francia al concierto.
-          ¿Hasta Francia? ¿Al concierto? – abrió mucho los ojos - ¡Tal vez a ti te da igual, pero se le llama crisis, y no llueve el dinero, ¿sabes?!
-          ¡Oye, oye! – él se rió - ¡Tranquila!
-          Hmpf.

Janine se cruzó de brazos y se levantó con el ceño fruncido. David se rió entre dientes, pero volvió a concentrarse en su teléfono como si nada hubiera pasado. Nadie dijo nada cuando Janine se sentó con nosotros y ella se mordió el labio con nerviosismo.

-          ¿Me pasé, quizá?
-          ¡No! – Gustav se echó a reír entonces – A David le da igual, ya se acostumbró a nosotros, pocas cosas le sacan realmente de sus casillas. La da risa.
-          Oh, bueno.
-          Te ha tomado en serio, no te preocupes – la tranquilizó Tom con una sonrisa –
-          Menudo genio que tienes, ¿eh? – bromeó Georg –
-          Soy algo impulsiva – sonrió avergonzada y se ruborizó – Lo siento, creo que he sido bastante irrespetuosa.
-          No te lo tomes a mal, pero ha sido genial – dijo Bill, mirándola de una forma que me hizo temblar de celos. Miré para otro lado. Cogí una manzana y la mordí con fuerza para no decir nada. Jan le sonrió –
-          Es culpa de Ann – mintió ella. Yo me atraganté –
-          ¿Qué? ¿Yo qué hice? – empecé a toser. Bill se echó a reír y me palmeó la espalda –
-          ¿Estás bien? – preguntó –
-          S-sí, gracias... – miré a Jan. Ella se encogió de hombros –
-          Fuiste tú la que me metió en la cabeza que tenía que decir las cosas tal y como las pienso, pero con educación.
-          Ah, sí – admití, coloreándome entera. Era cierto – Es verdad.
-          Yo sólo he hecho lo que tú decías. Además, tú siempre estás haciéndolo.
-          No siempre – farfullé –
-          Pero sí a menudo – intervino mi hermana –
-          Bueno... – dudé – Si vosotras lo decís.
-         A menudo no nos damos cuenta de la frecuencia con la que hacemos las cosas – dijo Tom, encogiéndose de hombros –
-          Ya...

Nos quedamos callados y yo seguí comiéndome la manzana, que ahora sabía más dulce. De pronto, Bill gritó.

-          ¿Qué pasa? – exclamé, asustada –
-          Nada – murmuró – Ahora sí que estoy nervioso ¿No oyes a las fans?
-          Y yo – asintió Tom – Mira, me tiemblan las manos.

Y era cierto, tenía las manos temblorosas y heladas.

-          A lo mejor no puedo tocar – bromeó –
-          No digas esas cosas – le reprendí – Allí fuera hay miles de personas esperándote.
-          Lo sé – sonrió – No podéis vivir sin mí.

Me eché a reír, sólo Tom era tan egocéntrico... Bill levantó una mano y le tiró de las trenzas con fuerza. Tom se revolvió y también le tiró del pelo. Nos empezamos a reír de nuevo, pero ellos siguieron peleándose.

-          No os deis en la cara ahora – pidió Gustav. Ellos no contestaron –

Me levanté y rodeé a ambos hermanos para coger un laptop que había sobre la mesa. Lo abrí.

-          ¿Es vuestro? – pregunté con el dedo sobre el botón de encender –
-          Es de Bill – dijo Tom, soltando a su gemelo, que se dedicó a arreglarse el pelo otra vez –
-          ¿Puedo encenderlo? – pregunté –
-          Sí, claro – sonrió –
-          Tu pelo está perfecto – aseguré, mientras lo encendía y entraba en Internet – hum... En dónde lo pondría...
-          ¿Qué haces? – preguntó mi hermana –
-          Busco un vídeo ¡Este! ¿Bill? – él me miró – Una pregunta, ¿qué era eso? Siempre tuve la duda.

Frunció el ceño. Era un vídeo en el que salía él, cantando, y algo le daba en la cara y rebotaba. Él se echó a reír.

-          No tengo la menor idea – admitió – Pero parecía una goma elástica. Pero no sé, la verdad.
-          Vaya. Bueno, da igual.
-          Pon música – pidió mi hermana –
-          Vale.

Busqué cualquier canción y la puse, sin pensarlo demasiado. Me volví a sentar, pero nadie dijo nada, estábamos todos tan tensos, que volví a coger el laptop y me dediqué a buscar vídeos del concierto en Madrid. Ahí estaba yo... Temblé y tiré del codo de mi hermana para que viera.

-          Me odian – susurré, medio asustada y medio divertida –
-          Sólo algunas – observó –
-          ¡Retrocédelo un poco! – pidió Karina – Y ponlo en grande.
-          ¿Qué ocurre? – hice lo que me pedía –
-          Mira, ahora – susurró y señaló a Bill. Entrecerré los ojos, yo era incapaz de saber qué decía, pero Karina... –
-          No sé a qué te refieres – la miré y ella me devolvió la mirada con picardía –
-          Fíjate bien, ¿quieres? – dijo mi hermana, emocionada – Lo he visto hasta yo.
-          ¿Dónde?
-          Fíjate un poco mejor.

Lo volvió a poner. Tarareé inconscientemente la canción y me dí cuenta de que Bill no estaba diciendo la letra. Encajé un perfecto “sexy” en el momento que Karina decía.

-          ¡Dios mío! – susurré – Tienes razón.
-          Ya sé que tengo razón.

Ellos se echaron a reír y Tom preguntó:

-          ¿Qué ocurre? ¿Ya tienes a todas en tu contra?
-          No todas – apunté – Las hay comprensivas y razonables. Pero sí, muchas sí.
-          Bueno, ya sabes cómo se siente Natalie.

Nos echamos a reír, aliviando gran parte de la tensión que había en el ambiente. Janine frunció el ceño y señaló la pantalla.

-          ¿Sexy, Bill? – parpadeó con fingida sorpresa – Alguien te odia mucho, Ann, lee esto.
-          ¿Qué pone? – inquirí, divertida – Lee la descripción.
-          Fragmento de “World Behind my Wall”, Madrid. Leyendo los labios de Bill, captarás un “qué sexy” justo antes de pasarse la lengua por los labios ¿Ilusión o verdad? Eh... – hizo una mueca – No hace falta que te lea los comentarios, ¿no?
-          No, déjalo – sonreí con picardía y miré a Bill, que abrió mucho los ojos. Luego esbozó una sonrisa y ladeó la cabeza –
-          Déjame verlo – le dijo a Jan –

Lo miró detenidamente dos veces. Me crucé de brazos y él sonrió.

-          Qué fans más observadoras que tengo – dijo simplemente. Yo enrojecí inmediatamente –
-          ¡Qué descarado! – dijo mi hermana –
-          ¿Qué? – Tom se encogió de hombros – Tan sólo opina que Ann es sexy. Tiene razón.

Mi hermana palideció de golpe y yo iba a decir algo cuando Patrick entró, acalorado, y les llamó:

-          ¡Chicos, es la hora! – nos sonrió – Ustedes irán con David.
-          Ah, bien – sentí que enrojecía aún más y lancé una mirada asesina a Tom, que me sonrió con picardía –

Ellos se fueron, y mi hermana se derrumbó en la silla, subiendo las rodillas y hundiendo la cara entre los brazos. Todas la abrazamos y David levantó la cabeza por fin. Sonrió con aire paternal.

-          Le gusta coquetear, ¿no?
-          Con todo el respeto, me parece que no sabe lo que ha ocurrido antes entre los dos – dijo Janine, con suavidad –
-          Ah, os permito tratarme mal – sonrió – Sólo por ser ustedes. Díganme qué ocurrió. Prometo no decirles anda. Lo juro.

Se sentó en una silla a nuestro lado.

-          No fue… - empecé, recelosa. Belén me interrumpió –
-          Él intentó besarme en el avión de Madrid a aquí y yo le paré. Luego vino a disculparse a mi habitación y le perdoné. Me dijo que si quería un beso, que simplemente lo pidiera, y le dije que no me rebajaría a pedírselo, y le besé. Él me correspondió el beso, pero quiso… Quiso tocarme el culo, y le abofeteé, por descarado. Él prometió guardármela, pero no le había tomado en serio… Y lo que ocurre es que no lo ha dicho por eso, sino porque realmente lo cree – se echó a llorar silenciosamente y volvió a esconder la cara en los brazos –

No dijo nada, le puso una mano en el brazo. Ella levantó un poquito la vista y le sonrió, llorosa, luego volvió a hundirse.

-          Voy a hacérselo pagar – prometí –

Janine y Karina me miraron, y David incluso abrió la boca para intentar disuadirme, pero Belén levantó la cabeza y sonrió, casi con crueldad. Todos, menos yo, se asustaron al oír su tono

-          ¿Qué tienes en mente, hermana?

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1 comentario:

  1. Publica o te pego. 7.7

    Ya estás amenazada >:D

    Jajaja, nah, publica pronto ¿sale?

    Saludos ^^

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